Tapirapé
- Autodenominación
- Apyãwa
- ¿Donde están? ¿Cuántos son?
- MT, TO 917 (Siasi/Sesai, 2020)
- Familia linguística
- Tupi-Guarani
Los Tapirapé son un pueblo Tupi-Guarani que habita la región de la sierra del Urubu Branco, en Mato Grosso. Como consecuencia de los frentes de expansión, a partir de mediados del siglo XX, sufrieron una intensa disminución en su población, período durante el cual estrecharon sus relaciones con los grupos Karajá, hasta entonces sus enemigos. Después que su territorio tradicional fue ocupado por haciendas agropecuarias, en la década de 1990, consiguieron el reconocimiento oficial de las dos Tierras Indígenas, siendo una de estas cohabitada por los Karajá. Pero en la Tierra Indígena Urubú Branco todavía enfrentan problemas territoriales, debido a la invasión de hacendados y mineros.
Localización y población
Los Tapirapé viven en una región de floresta tropical, de fauna y flora típicamente amazónica, intercalada con campos limpios y cerrados. Agricultores, sus aldeas tradicionalmente se localizan en las proximidades de la densa selva en terrenos altos no-inundables, donde mantienen sus plantaciones. Tapi’itawa, la aldea más conocida por el grupo, reproduce las condiciones ideales para la localización de una aldea: terreno no-inundable próximo a las selvas altas para la agricultura, también con proximidad a campos abiertos marginales a los afluentes del río Araguaia y a un riachuelo de existencia perene, inclusive durante la estación seca. Los Tapirapé explotan de manera alternada este ambiente, según la época del año y la actividad a la que se dedican: agricultura, caza, recolección y pesca.
Histórico de la ocupación
Los Tapitapé son un grupo original del bajo curso de los ríos Tocantins y Xingu, donde vivían hasta el siglo XVII. Llegaron a la región marginal al medio curso del río Araguaia, aproximadamente, en la segunda mitad del siglo XVIII. Su presencia es anotada al norte del río Tapirapé a partir de este mismo siglo (Baldus, 1970).
La antigüedad de los contactos de los Tapirapé con sus vecinos Karajá y Kayapó remonta a las épocas anteriores al siglo XVII. Desde entonces, oscilan de una amistosa convivencia a hostilidades y enfrentamientos. Los Tapirapé tienen una serie de narrativas históricas y mitológicas que señalan su presencia centenaria en las selvas de la margen izquierda del río Araguaia, específicamente en la región de las sierras conocidas como Urubu Branco, en el norte de la Isla de Bananal, desembocadura del río Javaé, y medio curso del río Araguaia.
Grandes desplazamientos de grupos indígenas en la región central del Brasil ocurridas hasta el siglo XIX los llevaron al encuentro con los Tapirapé en las selvas paraenses, haciendo con que estos últimos se refugiaran en las selvas próximas a la margen izquierda del bajo río Araguaia. En la historia del grupo, desde el siglo XVIII hasta el presente, vemos a los Tapirapé entrando en contacto con los diversos grupos Karajá, cuyos territorios iban contorneando, a medida que se aproximaban a la Isla Bananal, en un vigoroso movimiento rumbo al sur: con los Karajá del Norte en el Bajo Araguaia, con los Javaé en el interior de la isla y con los Karajá en el medio Araguaia y la cuenca del Tapirapé.
Al final del siglo XVIII e inicio del XIX, los Tapirapé estaban divididos. Una parte estaba en la margen izquierda del río Araguaia, en el estado de Pará, un poco arriba de su frontera actual con Mato Grosso. Sus aldeas iban de Pará hasta el norte y alrededores del río Tapirapé ya en el siglo XVIII. Otra parte del grupo se encontraba en la Isla de Bananal (actual estado de Tocantins), en contacto con los Javaé. Alcanzaron la punta norte de la isla ya en 1775 (Baldus, 1970). Mantenían una intensa comunicación con los Javaé, principalmente de las aldeas Wariwari e Imotxi, con visitas, comercio regular e intercambio de canciones y rituales.
El territorio de los Tapirapé en 1900 y poco antes de esta fecha estaba comprendido por la margen izquierda del río Araguaia, hasta un poco más arriba de la actual divisa de los estados de Mato Grosso con Pará. Eran aproximadamente 1.500 personas viviendo en cinco aldeas, todas localizadas próximas a los afluentes de la margen izquierda del río Araguaia. Los nombres de estas aldeas eran (del norte al sur): Anapatawa, Xexotawa (grafado “Chichutawa”), Moo’ytawa (“Moutawa”), Makotawa (“Mankutawa”), e Tapi’itawa (“Tampiitawa”) (Wagley, 1988: 49).
Los Tapirapé, principalmente los de las aldeas septentrionales, eran frecuentemente atacados por los grupos Kayapó; al este, procuraban mantenerse lejos del curso principal del Araguaia, con temor a ciertas aldeas Karajá. De todas formas, el etnógrafo alemán Krause, en 1908, apunta un intenso contacto entre los grupos Tapirapé y Karajá de la aldea del capitán João y de la Barra de los Tapirapé. Informa también que estos contactos intermitentes oscilaban entre la cordialidad y la hostilidad (Krause, 1940-44 e Wagley, 1988).
Entre los grupos Karajá se destacan los Javaé, con los cuales mantuvieron relaciones pacíficas y posteriormente hostiles en el siglo XIX. Con los Karajá propiamente dichos mantienen relaciones más próximas en el tiempo: desde la mitad del siglo XIX hasta el presente. Los Karajá septentrionales, principalmente, acostumbraban visitarlos durante la estación de la seca cuando el grupo se encontraba en los campos al sur de la sierra del Urubu Branco. Eran expediciones de comercio que con frecuencia degeneraban en choques armados, emboscadas o sorpresas sangrientas. Próximo a un lugar denominado Tyha, en la orilla del río Tapirapé al sur de la sierra del Urubu Branco los Tapirapé señalan dos cementerios de guerreros Karajá muertos aproximadamente en 1905 o 1910 en dos grandes combates que ocurrieron en el campo. Los Karajá procuraban, sobre todo, saquear los bienes de los Tapirapé y raptar a los niños y a las mujeres. En efecto, buena parte de los visitantes occidentales que estuvieron entre los Karajá septentrionales, al final del siglo XIX e inicios del XX, registran mujeres, jóvenes y niños Tapirapé que vivían como cautivos.
A partir del inicio del siglo XX, los Tapirapé comenzaron a sufrir ataques de los Kayapó cada vez más frecuentes, lo que los forzó a abandonar sus aldeas septentrionales, en el sur de Pará y norte de Mato Groso, próximos al interior de la actual Concepción de Araguaia y Vila Rica, y al concentrarse en aquellas localizadas en las proximidades de las sierras, selvas y campos del medio curso del río Tapirapé, ya en tierras matogrossenses. Los actuales Tapirapé designan el lugar de estas aldeas habitadas en las primeras tres décadas del siglo XX como Yrywo’ywawa, “lugar donde el Urubu Branco bebe”, o como es conocida regionalmente, “sierra del Urubu Branco”. Este territorio comprende selvas de tierras altas, en un relieve compuesto de sierras y terrenos planos. La sierra del Urubu Branco se localiza a la derecha de la “Sierra de los Tapirapé” y, junto con esta última, componen un avance de la sierra del Roncador en dirección al Araguaia. A partir de estas aldeas, con grandes plantaciones localizadas en los contrafuertes de las sierras, alcanzaban también una gran extensión de campos marginales a los ríos afluentes del Araguaia, especialmente durante la época de verano, en largas expediciones de caza y recolección.
Al norte de esta región, en las inmediaciones del río Beleza, estaba la aldea de Xexotawa, una de las más septentrionales y la única a permanecer habitada hasta el final del período. Al oeste y al sur el límite de su territorio era marcado por la ocupación de las aldeas de Tapi’itawa, Tokynookwatawa e Xoatawa.
En la aldea Tapirapé existen cerca de diez parejas “mixtas”, esto es, formadas por hombres tapirapé y mujeres karajá. Estas uniones, que comenzaron en las décadas de 50 y 60, respondían, inicialmente, a una necesidad de recomposición poblacional del grupo, que sufrió una fuerte disminución de la población. Había, sobretodo, una gran escasez de mujeres, lo que hizo que muchos jóvenes tapirapé se casaran y fueran a vivir por un período junto a los padres de la novia, ya que los Karajá, como los Tapirapé, son matrilocales (al casarse el yerno debe vivir en la casa de su suegro).
Buscando escapar del alcoholismo y de la hegemonía política del grupo familiar dominante en la aldea Karajá de Itxala, se formó en 1990, a apenas 5000 metros de la aldea Tapirapé de Tawyao, una nueva aldea Karajá, denominada Tytema, formada por dos grandes familias extensas unidas por el matrimonio de sus hijos. Buena parte de estos Karajá son evangélicos, parcialmente como respuesta al problema que enfrentan con el alcoholismo.
Histórico del contacto
Desde 1910 hasta 1947 los habitantes de Tapi’itawa, la mayor aldea del grupo, recibieron las visitas continuas de los funcionarios del antiguo SPI (Servicio de Protección a los Indios), extractores del látex, misioneros dominicanos, protestantes, antropólogos y visitantes nacionales y extranjeros. Esta aldea, donde la población Tapirapé se refugió durante el período de intensa caída de la población, es una de las más antiguas y puerta de entrada para el territorio Tapirapé.
La violenta aparición de la malaria, gripa y simples resfriados hizo que su población disminuyera a menos de cien personas al final de la década de 1940 (Baldus, 1970). Con la disminución de la población, los remanentes comienzan a concentrarse en la aldea de Tapi’itawa, buscando establecer contacto con la población regional y distancia de los puntos septentrionales de su territorio, permanentemente atacados por los grupos Kayapó.
En 1946, no obstante, la aldea de Xexotawa es nuevamente ocupada por un grupo de habitantes liderados por Kamaira, importante líder familiar registrado por Wagley (1988). Cerca de dos decenas de personas acompañan a Kamaira. Este grupo optó por vivir en una aldea que no estuviera tan sujeta a los contactos con los extranjeros y las enfermedades traídas por éstos últimos.
En 1947 Tapi’itawa sufrió un gran ataque, practicado por los Kayapó Metyktire. La aldea fue saqueada y la mayor parte de sus casas, inclusive La Casa de los Hombres, quemadas. Algunas muertes ocurrieron, haciendo que los Tapirapé de Tapi’itawa se dispersaran por núcleos regionales, buscando refugio en las haciendas de la región y en el Puesto Indígena Heloísa Albert Torres (actual PI Tapirapé/Karajá), del SPI.
La población de Xexotawa, mientras tanto, también sufrió un ataque Kayapó. La fecha no puede ser precisada porque el grupo se encontraba sin contacto con la población nacional. El ataque nocturno de los Kayapó hizo que su población se dispersara y se dividiera en dos grupos, aislados uno del otro, y cuyos miembros ignoraban el destino de los demás, juzgándolos perdidos o muertos.
Un grupo se dirigió hacia el sur, reocupando el lugar de la aldea Xoatawa, mientras que los demás permanecieron en las proximidades de la aldea de Xexotawa, localizada en los alrededores del alto curso del río Crisóstomo. Tanto el grupo de Xoatawa como el de Xexotawa permanecieron rigurosamente aislados en medio de la selva. Perdieron el contacto con los demás Tapirapé, con la población nacional y con los otros grupos indígenas por varias décadas hasta ser reunidos con los demás Tapirapé. Los habitantes de estas dos aldeas permanecen viviendo en las proximidades de la región que actualmente se designa como “sierra del Urubu Branco”.
Nuevos frentes de expansión
Aunque la ocupación de no-indios en la región date desde el año de 1940, es a partir de la década de los 50 que esta se intensifica, con los nuevos frentes de expansión de la sociedad nacional, representados por la ganadería a través de grandes empresas agropecuarias y especuladores de la tierra, beneficiados por una política de incentivos fiscales originales de la Sudam, Banco del Amazonas del programa de Poloamazonía, pautándose en dos directrices básicas: (1) mejoría y ampliación de la red de entradas vecinales de apoyo a la ganadería y (2) desarrollo y consolidación de la actividad ganadera.
En 1954 la CIVA (Compañía Inmobiliaria del Valle del Araguaia) se instala en la naciente población de Santa Teresinha. Esta empresa obtuvo del gobierno de Matto Grosso concesión para la compra y venta de títulos de extensas áreas del Araguaia. La Compañía Colonizadora Tapiraguaia, sucesora de CIVA que cerró sus actividades por insolvencia a finales de la década de los 50, continuó negociando los lotes localizados en las Tierras Indígenas Karajá y Tapirapé.
Todo el territorio inmediatamente localizado al norte del río Tapirapé – donde se incluían el Puesto Indígena Heloísa Alberto Torres y las tierras habitadas tradicionalmente por los Tapirapé y Karajá de la orilla del Tapirapé – fue dividido en “lotes” y vendido a particulares sin mayores demoras. Las tierras de las aldeas del área de la sierra Urubu Branco también fueron loteadas y tituladas a través de esta extraña concepción original de que eran tierras destituidas y sin ocupación. Las tierras de Santa Teresinha, actualmente sede del municipio del mismo nombre, también fueron loteadas y vendidas a haciendas que exigieron la retirada inmediata de sus habitantes tradicionales.
Misión Hermanitas de Jesús
Según Wagley (1988), en 1950 el responsable por el Puesto, Valentin Gomes, con la ayuda de los misioneros Dominicanos, persuadió a las dispersas familias tapirapé para reunirse y formar una aldea cerca del puesto del SPI. La reunión, sin embargo, fue parcial, pues permanecieron en el área del Urubu Branco los habitantes de la aldea Xoatawa; en las cabeceras del Riachuelo Gamelera y al norte del área, el grupo que se quedó en la región de Xexotawa. Por lo tanto, la instalación de la población Tapirapé en la nueva aldea, que dista aproximadamente 80 Km. de Tapi’tawa, y junto a la orilla del río que lleva el nombre del grupo, fue realizada por representantes del SPI y no representó una propuesta del propio grupo indígena.
A partir de 1951, la Misión de las Hermanitas de Jesús, a pedido del obispo dominicano de Concepción del Araguaia, se instala junto a la aldea de la orilla del río Tapirapé, comenzando a dar asistencia a los Tapirapé en el área de salud. En la década de los 70, una pareja del equipo de la pastoral indigenista de la ‘prelazia’ (tipo de circunscripción eclesiástica erguida para atender a las necesidades de un territorio o de un grupo de fieles) de São Félix del Araguaia inició un proyecto de alfabetización en la lengua nativa.
La llegada de la misión, como también, el inicio de una asistencia regular y de excelente calidad al grupo, marcaron también el inicio de la recuperación demográfica de los 51 Tapirapé (Wagley, 1988) reunidos en la aldeã nueva, Tawyao, próxima al puesto del SPI. Los habitantes Xoatawa y Xexoatawa, sin embargo, permanecieron sin apoyo asistencial y tuvieron su población continuamente reducida por la acción de las enfermedades, los ataques de animales salvajes y el hambre. Una vez instalados próximos a la aldea Karajá de la orilla del Tapirapé, las relaciones entre los grupos Karajá y Tapirapé se tornaron más amenas y los grupos iniciaron, en 1949-1950, un profundo intercambio social y económico.
En 1964 el primer grupo de los remanentes de Xexotawa hizo contacto con la población regional de Lago Grande, en las márgenes del Araguaia. Eran tres mujeres y dos niños. Habían alcanzado el Lago Grande bordeando lentamente el río Crisóstomo y la región entre este y el riachuelo Antônio Rosa. Pertenecían a un grupo tapirapé que había permanecido dieciocho años aislado en la selva. En esta ocasión, son traídos para la nueva aldea. En 1970 el último grupo remanente de Xexotawa se encontró accidentalmente con un cazador regional, estableciendo un contacto pacífico, reencontrando así a sus ex - parientes que vivían en la aldea nueva, junto al puesto. Empresas y ‘posseiros’
En las décadas de 1970 y 1980 hubo en la región de la Sierra del Urubu Branco y en sus proximidades un violento enfrentamiento entre las grandes empresas y los ‘posseiros’ (personas que habitan un terreno pero no son sus dueños legales) de pioneros en la ocupación no-indígena de la región. Muchas veces a través de presiones, de la actuación de las milicias armadas y de la coacción ilegal de los modestos ‘posseiros’, las grandes empresas agropecuarias forzaron la compra, el cambio o simplemente expulsaron a estos últimos de las tierras que ocupaban.
En la década de 70, en pleno régimen militar, la política del Gobierno Federal, en especial del Ministerio del Interior al cual se ligaba la Funai (Fundación Nacional del Indio), enfatizaba la necesidad de ocupar la Amazonía. La oposición a las legítimas pretensiones territoriales de los Tapirapé fue centralizada por la figura del Coronel Nobre da Veiga, en la época presidente de la Funai, y por el entonces director del Parque Indígena del Araguaia, sargento José Tempone. Los Tapirapé recibieron, en el clímax de las tensas negociaciones con el Gobierno Federal y su agencia indigenista en 1981, el apoyo de la Prelazia São Félix del Araguaia, de la Iglesia Católica y de numerosas entidades civiles del Brasil y del exterior, que exigieron el cumplimiento de la Constitución por el Gobierno Federal. El “caso Tapirapé”, en que la Iglesia y la sociedad civil se aliaron en la defensa de un caso ejemplar, frente a un Estado autoritario y que actuaba en contra de la ley, se tornó un paradigmático de las relaciones entre los indios y el Estado nacional de este período.
Las grandes haciendas, con sus sucesores en la cadena de dominio, forman la base de la ocupación de la región con la cual se chocan hasta los días de hoy los Tapirapé, los Karajá y otros grupos regionales que fueron ilegalmente despojados de sus tierras por un acto incorrecto del estado de Mato Grosso.
En la región alrededor del Urubu Branco, principalmente al final de la década de los 80 hasta los días de hoy, se registra una serie de sangrientos conflictos involucrando a los trabajadores rurales y a las milicias de los hacendados locales. Existe en esa región, considerada una de las más explosivas del país en términos del proceso de ocupación agrario, la costumbre, por parte de los hacendados y grupos económicos, de contratar grupos de individuos, “pistoleros”, que forman verdaderas milicias armadas y aseguran la integridad de lo que juzgan ser sus propiedades.
Con el reconocimiento de la Tierra Indígena Tapirapé/Karajá en 1983, los Tapirapé comienzan durante el año siguiente a reivindicar su territorio tradicional, el cual nunca dejaron de ocupar: la región del Urubu Branco. Durante el período que va de 1950 a 1980 lo utilizaron como lugar de vivienda hasta los años 70 y, posteriormente, como zona de caza, recolección y de prácticas religiosas.
El 20 de noviembre de 1993, cansados de esperar providencias por parte de la Funai, 62 Tapirapé ocuparon el retiro de una hacienda y reocuparon la aldea Tapi’itawa. En 1994, la presidencia de la FUNAI aprobó el informe producido por el GT (Grupo Técnico) instituido el año anterior encargado de definir el área de la TI Urubu Branco, según la propuesta de los Tapirapé. En octubre de 1996 el Ministro de Justicia, Nelson Jobin, firmó el acto administrativo 599 declarando esta Tierra Indígena como posesión permanente de los Tapirapé, la cual fue homologada durante el mismo año.
Organización Social
Una aldea Tapirapé está compuesta por casas dispuestas en círculos alrededor de la Casa de los Hombres, la takara. Hasta la década de 1950 las casas estaban habitadas por familias extensas. Una familia Tapirapé, idealmente, se compone de un grupo de mujeres emparentadas (madre, hijas y nietas), representando dos a tres generaciones. Actualmente, sin embargo, la familia extensa pierde importancia y la familia nuclear (la pareja y sus hijos) es el grupo doméstico más común. La familia nuclear, como se deduce a través de los cambios ocurridos en su terminología de parentesco, es también la unidad más estable de parentesco actual.
Además del parentesco, otro importante principio organizativo de la sociedad Tapirapé son las llamadas “sociedades de pájaros” o, simplemente, wyra. Exclusivamente masculinas, tales sociedades están divididas en sus grandes “mitades”, que a su vez están compuestas por grupos de edad: de hombres más viejos, hombres maduros y hombres jóvenes. Un hombre se liga a la “sociedad de pájaros” de su padre y a medida que crece va pasando al otro grupo de su propia mitad. La wyra actúa competitivamente como grupos de caza, de trabajos ceremoniales, de canto, de tareas agrícolas, construcción de casas, etc.
Así, las wyra dividen la población masculina en dos mitades, estando cada mitad dividida en tres clases de edad. Wagley (1988) se refiere a estas mitades como formadas por “pájaros blancos” y “papagayos”, organizada de la siguiente manera:
Pájaros Blancos | Edad | Papagayos |
wrachinga | Jóvenes:10 – 16 anos | wrankura |
wranchingió | Hombres maduros: 16 – 35 anos | anancha |
wranchingó | Hombres más viejos: 35-55 anos | tanawe |
Extraído de Wagley, 1988: 117
Otro principio organizativo de la sociedad Tapirapé son los “grupos de comer”, tataopawa. Como su propio nombre lo indica, se reúnen para el consumo de alimentos y actualmente tienen una función básicamente ceremonial. Hasta el final de la década de 1940, sin embargo, actuaban como reguladores, reuniéndose para la distribución y consumo de alimentos (Wagley, 1977:15). Son grupos de consumo de alimentos (de las plantaciones, caza, recolección, pesca, etc.) intermediarios entre la aldea y el grupo doméstico. Los “grupos de comer” constituyen lazos que unen personas de casas diferentes, formando una única unidad social. La transmisión al “grupo de comer” específico se hace de modo que los hijos pertenecen al grupo del padre y las hijas al de la madre. Wagley cita ocho grupos de tataopawa (aqui registrados según su grafía original):
Tataopawa - “Grupos de Comer” - |
Amirapé (los primeiros) |
Maniutawera (los de la Yuca) |
Awaiku (los de la Yuca dulce) |
Tawaupera (los de la aldea) |
Chakanepera (los do caimán) |
Chanetawa (los de nostra aldea) |
Pananiwana (los del río) |
Kawano (los de la avispa) |
Extraído de Wagley, 1988: 128
La importancia económica de las “sociedades de pájaros” y de los “grupos de comer” por su papel en la producción y consumo de alimentos es fundamental. A ésta se suma su importancia en la vida ceremonial del grupo. A través de una alegre y antigua rivalidad, las “sociedades de pájaros” actúan competitivamente.
Una aldea Tapirapé, idealmente, deberá tener una población suficiente para proveer de miembros a las “sociedades de pájaros” y a los “grupos de comer”. Sin estas unidades presentes, la actividad económica y la vida ceremonial no podrán operar (Wagley, 1988:135). A pesar de la sobrevivencia de las formas de producción comunales, básicamente a través de las wyra, se puede decir que éstas han asumido cada vez más funciones rituales y religiosas.
Liderazgo
Políticamente, la sociedad Tapirapé es extremamente igualitária. Los líderes de las diversas casas de la aldea mantienen contacto diario, a través de las reuniones nocturnas de los hombres en el patio de la takara. Ahí son discutidas todas las cuestiones relacionadas a la comunidad. Las principales funciones del “cacique”, actualmente, dicen respecto a la administración de algunos bienes de la comunidad, como la libreta de ahorros, la lancha y el ganado. Establece también, en nombre de la comunidad, contacto con terceros, sean indios o no. Quien posee la jefatura formal no hace más que refrendar las decisiones discutidas exhaustivamente por el colectivo de los hombres. No existe, entre los Tapirapé, la figura de un líder fuerte, el “cacique” o “capitán”, que se impone a los demás apoyados en su segmento residencial. Los actuales líderes son individuos, jóvenes, entre 30 y 40 años, que hablan bien el portugués, saben leer y escribir, además de estar sorprendentemente bien informados en relación del noticiero nacional que acompañan a través de la radio. Conquistaron un papel destacado durante el proceso de enfrentamiento con la Funai y las haciendas durante las décadas de 70 y 80. Son líderes puestos a prueba y aprobados por la comunidad en el desgastante proceso de negociación que les garantizó una tierra mínima para vivir en el suelo matogrossense, evitando su despeje para la isla de Bananal. Constituyen un perfil de liderazgo que contrasta con los antiguos “caciques”: señores en la tercera edad, con un dominio muy limitado del portugués, que no saben leer ni escribir, pero tienen un sólido prestigio ritual y un excelente dominio de la cultura tradicional e historia, y que se apoyan, políticamente en la fuerza de sus respectivos segmentos residenciales.
Actividades productivas
Los Tapirapé viven en comunidades fuertemente apoyadas en la actividad agrícola. Sus plantaciones los abastecen no solamente de su base de subsistencia, sino también estructuran, junto con la caza, su vida espiritual.
La base económica y religiosa se realiza sobre un terreno propicio a esta actividad: selvas altas no inundables. Solamente este ecosistema permite la existencia y la operacionalización de los principios que organizan una aldea: (1) los grupos de parentesco, (2) las sociedades de pájaros –wyra y (3) los grupos de comer – Tataopawa.
Por lo menos desde el siglo XIX los Tapirapé explotan los territorios que combinaban selvas de vegetación alta, propicias al establecimiento de plantaciones y caza, con la proximidad de áreas marginales a los afluentes del Araguaia, ricas en lagos para la pesca, y próximas a los campos donde se dedican estacionalmente, a la intensa recolección de gran variedad de especies silvestres: cocos, miel y huevos de quelonios.
Una aldea, según la concepción Tapirapé, se debe localizar próxima de las plantaciones, con los conceptos de aldea y plantación confundiéndose. En ciertos períodos, como en la recolección, al inicio del año, los Tapirapé llegan a vivir en abrigos construidos en medio de sus plantaciones y todo el calendario religioso del grupo está conectado a la maduración de los productos agrícolas.
La agricultura itinerante utilizada por los Tapirapé hasta la década de 1940, cuando tenían un inmenso territorio a su disposición, dio lugar, actualmente, a un aprovechamiento más intenso de los terrenos propicios a la agricultura. Hoy en día es común el establecimiento de nuevas plantaciones en las antiguas y de plantíos en los mismos lugares que aprovechan ya hace muchos años. Sus actividades agrícolas incluyen derrumbes anuales para el establecimiento de nuevas siembras, haciendo que desde la década de 1970 estas comenzaran a quedar lejos de la aldea.
El abandono del sistema tradicional y el agotamiento de los terrenos próximos al área de refugio para donde fueron transferidos al inicio de la década de 50 hicieron que el rendimiento de la agricultura fuera muy reducido. Actualmente, las especies más cultivadas son: la yuca para la fabricación de harina; maíz, arroz, banano, papaya, yuca mansa, aipim (yuca dulce), cará, papa dulce, calabaza, almendra, andu (especie de fríjol), algodón y otras especies menos importantes. Próximo a las casas mantienen los árboles de urucum, mangos y cuité, utilizada para hacer kari (una bolsita muy vendida como artesanía).
Tradicionalmente, a medida que las plantaciones quedaban muy lejos de la aldea, los Tapirapé cambiaban esta última para sus proximidades. Wagley (1977) calcula que eran necesarios cerca de veinte años para que la selva pudiera recomponerse y el lugar ser nuevamente ocupado. Actualmente, las nuevas condiciones de vida a las que están sujetos los Tapirapé los hizo abandonar esta rotación de la aldea dentro de un territorio cíclicamente ocupado. Las plantaciones, hoy en día, se localizan comúnmente a 15 o 20 Km. de distancia de la aldea. Esta distancia es excesiva para los Tapirapé, que recorren diariamente a pie, y cargados de productos agrícolas en la vuelta.
Bajo el punto de vista de la agricultura, el potencial de la TI Tapirapé/Karajá es muy limitado y el perfil de aprovechamiento económico del área es incompatible con un pueblo eminentemente agricultor como los Tapirapé. Más de 60% de sus tierras son bajas y anualmente sumergidas por las aguas. Otra parte importante son los pastos y los terrenos arenosos o impropios para la agricultura. Las partes aprovechables, al norte y noroeste de la aldea Tawyao, se encuentran bastante bien explotadas.
Los Tapirapé enfatizan cada vez más las actividades “no tradicionales”, como la producción de artesanías, pesca y cría de ganado, como complemento a su subsistencia. La llegada, en 1949, a la desembocadura del Tapirapé, una región rica en lagos viscosos, hizo que la pesca aumentara considerablemente su importancia para la subsistencia Tapirapé. La caza sin duda tuvo su importancia disminuida en relación a la pesca en tiempos recientes. A través de la caza, sin embargo, los Tapirapé consiguen una importante fuente de proteína animal alternativa al pescado. Las cacerías colectivas o individuales son realizadas de manera regular, principalmente durante el auge de la estación de las lluvias (febrero a marzo) en las proximidades de la aldea Tawyao y en la región del Urubu Branco. El producto de la caza es prácticamente la única proteína animal que el grupo dispone durante la estación de las lluvias.
Caza
La caza posee, además de su importancia en la nutrición del grupo, una función simbólica fundamental. Es a través de la cacería que los Tapirapé activan buena parte de la serie sociológica a través de la cual el grupo se estructura. Solamente las cacerías colectivas permiten la actuación conjunta de los wyra, las sociedades de pájaros, y de los “grupos de comer”, los tataopawa. Las cacerías rituales son el inicio y la condición para la realización de la fiesta de iniciación de los jóvenes, su más importante conjunto ceremonial religioso, a través de los cuales son “producidos” los nuevos miembros de la sociedad Tapirapé.
Es por la importancia simbólica y religiosa dada a la cacería que los Tapirapé se desplazan regular y anualmente para la sierra del Urubu Branco. Para esto, enfrentan grandes dificultades: la mala voluntad y arrogancia de los neo-ocupantes del área que se juzgan en el derecho de prohibirlos de frecuentar el territorio que recorrieron desde hace siglos. Saltando cercas, evitando las carreteras y sedes de las haciendas, disfrazando sus rastros, los Tapirapé enfrentan todo tipo de dificultades para practicar los ritos que constituyen su religión.
Las especies más demandadas por los Tapirapé debido a su valor en la alimentación son: el marrano salvaje (Dicotyles albirostris), puerco caetetu (Dicotyles tayassu), paca (Coelogenys paca), cotia (Dasyprocata, sp.), tamanduá bandeira (Myrmecophaga jubata), Jabuti (Testudo tabulata), quati (Nasua narica), mico-prego (Cebus, sp), tortuga (Podocnemis expansa) y sus huevos, tracajá (Podecnemis unifilio) y sus huevos, venado-campeiro (Dorcephalus bezoarticus), venado-mateiro (Mazama americana), armadillo (Euphrarctus sexintus), guariba (Alouatta, sp), anta (Tapirus americanus) y pato de la selva (Alopochen discolor) entre otros. La relación es básicamente la misma anotada por Wagley (1988). La única cosa para resaltar es que, debido a la escasez de la carne verificada en los días de hoy, la mayoría de las especies prohibidas por tabúes alimenticios, como especies de venado y armadillo, su consumo es actualmente permitido al sexo y a los grupos de edad a los cuales, hasta la década de 40 y 50, eran prohibido.
Esta actividad tiene para ellos otra importancia además de la económica y religiosa. El pueblo de la selva, el Tapirapé tiene en la caza una atracción casi lúdica. Al contrario de la pesca, la cacería le encanta. En diciembre de 1993, bastaba que alguien gritara que había visto marranos salvajes en las proximidades para que los hombres armados de rifles, arcos y flechas y bordunas (bates de madera utilizados como arma) salieran en loca correría en su persecución. Los Tapirapé tienen la necesidad social, alimenticia y religiosa de la caza.
Recolección y Pesca
La recolección es hecha individualmente por las familias, que salen de excursión, durante el verano, por los campos abiertos, también llamados de sabana, que cuando se inundan durante el invierno se transforman en un pantano típico de la región de Araguaia. Según un levantamiento hecho por los alumnos de la escuela Tapirapé en 1988, el grupo recolecta 47 especies de frutas silvestres. Entre estas de destaca el ‘pequi’. El conjunto de las especies recolectadas por los Tapirapé es una importante fuente de alimentos. Poseen un profundo conocimiento botánico de la región y aprovechan las especies vegetales útiles y vitales a su subsistencia. Además de las excursiones familiares para la recolección en regiones más distantes, es muy común que las mujeres y los niños salgan de excursión para este fin por los cerrados próximos a la aldea.
La recolección es hecha de forma combinada con la pesca, cuando los habitantes de la aldea van para el cerrado, acampando en las orillas de los lagos y dedicando su tiempo a la pesca, a la búsqueda de huevos de tortugas en las playas, frutas silvestres, miel, cocos y explotando las selvas galerías de las proximidades. La recolección de la miel para las fiestas rituales es hecha por las sociedades wyra.
La pesca es hecha siempre durante el verano en lagos, pequeños riachuelos y desaguaderos, a través de la utilización de trampas, de flechas en los peces en lugares poco profundos, del envenenamiento del agua con la liana de timbó o entonces con la red y el arpón. Estos dos últimos métodos son empleados principalmente en la pesca de pirarucu. La pesca también es realizada durante el invierno, a pesar de ser más difícil y menos rentable. Hay también la pesca de la “espera”, donde los hombres hacen plataformas en los árboles o palos próximos a la orilla del río y se quedan esperando a que el pez pase para flecharlo.
Artesanía y ganadería
Las artesanías son actualmente su mas importante y prácticamente única actividad comercial, a través de la cual consiguen el dinero para la adquisición de productos hoy indispensables, como artículos de hierro, ropa, armas y municiones para la caza, sal, etc. Sus artesanías consisten básicamente en la elaboración de artículos de cestería, arcos y flechas, remos, lanzas, vasijas decoradas, bordunas, plumería y la famosa tawa, “cara grande”. Son en general, artículos de excelente calidad en términos del material empleado, confección y acabado. El comercio es hecho a través de “regatões” (comerciantes que pasan vendiendo desde sus embarcaciones) y de turistas que visitan la aldea en el verano. La “Artíndia”, tienda de artesanías de la Funai, y diversos compradores, representantes de tiendas especializadas en artesanías indígenas del sur del país, compran su producción regularmente. Esta es revendida en las ciudades como São Félix del Araguaia, Goiania, Brasília, São Paulo. Otros compradores revenden las piezas, especialmente de plumas, en el exterior, con buena margen de lucro. Los Tapirapé también emprenden, por cuenta propia, viajes al sur del país para la venta de sus artesanías.
La cría del ganado parece responder a la necesidad de buscar nuevas formas de subsistencia dentro de un espacio limitado. Los Tapirapé son, entre los grupos ligados a la administración del Parque Indígena del Araguaia, los únicos cuyo rebaño bovino presenta un crecimiento continuo, evitándose las ventas o pérdidas descontroladas. Su rebaño bovino, cerca de 200 cabezas de ganado, está actualmente a los cuidados de vaqueros Tapirapé, asalariados por la comunidad. A pesar de desconocer buena parte de los fundamentos de la ganadería, esta fue la forma que encontraron para librarse de los constantes desfalcos promovidos por los vaqueros regionales que contrataban y que vendían parte del rebaño para los criadores de Santa Teresinha.
Chamanismo y Ritual
La seguridad física y emocional de los Tapirapé depende del poder de sus chamanes. Según los Tapirapé, para que una mujer tenga un niño es necesario que el chamán, o paxé, entregue el alma del niño a la madre. Esto porque, en el mundo sobrenatural de los espíritus anchunga, existe un número finito de almas. El espíritu, o el alma, del niño entra en la mujer, invocado por el chamán (Wagley, 1988:141). De esta forma, la esterilidad o la fertilidad de las mujeres son explicadas por la intervención de sus chamanes.
Según los Tapirapé, la principal “reserva” de almas de niños, fundamental para la continuidad del grupo, se localiza precisamente en la sierra del Urubu Branco. Más específicamente en un gran paredón de piedra, que en la estación de las lluvias da origen a una majestuosa caída de agua, que se llama Yrywo’ywawa, “lugar donde el chulo blanco (o el chulo Rey) bebe agua”, y que dio origen al nombre regional de la sierra, por ser el hábitat de estas especies de pájaros. Este lugar considerado como sagrado por los Tapirapé, es morada de Tareperi, un personaje mitológico que solamente aparece para los paxe que lo buscan. Tarepiri es considerado como un guardián de Yrywo’ywawa, y de Towajaawa (también conocida como la sierra de São João, otro lugar sagrado, también citado como morada del Chulo Blanco). Tareperi es considerado el “padre de los niños del lugar donde el chulo blanco bebe”, Yrywo’ywawa hakawa. Tareperi defiende la integridad del lugar ante la presencia de extraños, franqueando su acceso a los chamanes.
Para garantizar la continuidad de los nacimientos en el grupo los paxe necesitan dirigirse, en sus viajes oníricos, hasta Yrywo’ywawa y capturar las almas de los niños para introducirlos en el vientre de las mujeres. Otro importante guardián de yrywo’ywawa y de Towajaawa es Karowara, el trueno, que también posee un gran número de almas de niños.
Los ciclos ceremoniales anuales Tapirapé se componen de los siguientes rituales: se inician con los xepaanogawa (final de septiembre, inicio de octubre), sigue la construcción de la takara (diciembre), después el ka´o, después el Marakayja (final de febrero, inicio de marzo) y termina con el ritual Tawa (final de junio).
En el Marakayja, el mayor y más extenso ritual Tapirapé, se da el punto culminante de sus ciclos ceremoniales: la iniciación de los niños y su pasaje a la categoría de hombres. Para la realización de la ceremonia los tapirapé se dirigen a la región del Urubu Branco y, guiados por su paxe, que según ellos controlan la caza, permanecen en la región el tiempo suficiente para la obtención del alimento que será consumido en el Marakayja. Los equipos formados por las mitades de los wyra persiguen particularmente los bandos de marranos salvajes, considerados un excelente alimento, compitiendo para ver cuál de las mitades obtendrá mayor cantidad de caza. Los paxe, en sus sueños, se dirigen a la “casa de los marranos salvajes”, localizada precisamente en la sierra “Towaiyawá” (en la grafía de Wagley) o Towajaawa (en la grafía de los actuales Tapirapé) donde mantienen relaciones sexuales con las hembras, generando el crecimiento de los bandos. La realización del ritual Marakayja es dilatada hasta que se obtenga la cantidad de carne necesaria.
Nota sobre las fuentes
Este texto sobre los Tapirapé fue elaborado a partir del “Informe de Identificación y delimitación del área indígena Urubu Branco”, organizado por el Antropólogo André Amaral de Toral y fue finalizado en 1994. Este informe tuvo como objetivo servir de base en el proceso de demarcación de la Tierra Indígena Urubu Branco, otorgada a los Tapirapé como posesión permanente en el año de 1996.
Dos trabajos de peso ya habían sido publicados sobre los Tapirapé. Herbert Baldus, en 1970, publicó: “Tapirapé- Tribo tupi no Brasil Central”. Baldus visitó a los Tapirapé entre los años 30 y 40, siendo esta una etnografía de coraje con innumerables referencias documentales e históricas, fundamentales para el entendimiento al respecto de esta cultura. Otra referencia fundamental en el estudio de los Tapirapé es el norte-americano Charles Wagley, que publicó el libro: “Lágrimas de Boas-Vindas: Os índios Tapirapé do Brasil Central”, publicado en 1988. El antropólogo acompañó a los Tapirapé durante 35 años, pasando un período intenso entre el grupo: 15 meses entre los años de 1939 y 1940.
Fuentes de Información
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- BALDUS, Herbert. Os grupos de comer e os grupos de trabalho dos Tapirapé. In: --------. Ensaios de etnologia brasileira. São Paulo : Ed. Nacional ; Brasília : INL, 1979. p. 44-59. (Brasiliana, 101)
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